09/18/2025 | Press release | Archived content
En el actual panorama financiero, en rápida evolución y con complejos desafíos tecnológicos, la educación financiera dejó de ser un lujo. A medida que las plataformas digitales reconfiguran la forma en que las personas ahorran, gastan, solicitan préstamos e invierten, la capacidad de comprender y gestionar las finanzas personales se ha convertido en una habilidad básica para la vida cotidiana. La educación financiera habilita a las personas para tomar decisiones inteligentes. Ayuda a evitar errores costosos y refuerza la resiliencia frente a las crisis económicas. También se reconoce cada vez más como una habilidad cívica, esencial para participar plenamente en las economías modernas.
Datos recientes indican que los niveles de educación financiera a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe siguen siendo bajos. La encuesta de educación financiera para adultos (INFE) de la OCDE 2023, realizada en 39 países, abarcó tanto las finanzas tradicionales como las digitales. En dicha encuesta, en la que las preguntas abarcaban tanto conocimientos como comportamientos y actitudes, los ocho países de América Latina y el Caribe incluidos obtuvieron una puntuación igual o inferior al promedio. En la encuesta PISA 2022 sobre conocimientos financieros de estudiantes de 15 años de 19 países, los tres países participantes de la región obtuvieron la cuarta peor puntuación. Otro estudio realizado en 2023 con datos de Perú y Uruguay pone de relieve las disparidades dentro de los países. Los grupos vulnerables, como los individuos mayores de 65 años, los menores de 35, las mujeres, los de nivel académico más bajo, los autónomos y los desempleados, fueron los menos capacitados para responder correctamente.
La digitalización de los servicios financieros ha traído consigo tanto oportunidades como riesgos. Por un lado, la banca móvil, las billeteras digitales y las plataformas de empresas de tecnologías financieras han ampliado el acceso a herramientas financieras, especialmente en regiones desatendidas. Por otro lado, la complejidad de estas herramientas puede abrumar a los usuarios con escasos conocimientos financieros digitales.
Los servicios financieros digitales también exponen a los usuarios a una amplia gama de amenazas. Entre ellos se encuentran el phishing, en el que los atacantes se hacen pasar por instituciones de confianza para robar credenciales de acceso a través del correo electrónico o las redes sociales; el pharming, que redirige a los usuarios a sitios web falsos para capturar información sensible; el spyware, que transmite de forma encubierta información personal desde dispositivos infectados; y el intercambio de tarjetas SIM, en el que los estafadores se hacen pasar por usuarios para hacerse con el control de su identidad móvil y así acceder a sus cuentas financieras. Estos riesgos se ven agravados por el creciente uso de datos personales en la elaboración de perfiles digitales, en la que los proveedores de servicios financieros analizan las huellas digitales para personalizar los productos, a veces sin el pleno conocimiento o consentimiento de los usuarios.
Las herramientas financieras digitales también pueden distorsionar el comportamiento de los usuarios. La facilidad de acceso al crédito a través de las plataformas de empresas de tecnologías financieras puede conducir a un endeudamiento excesivo que amenace el bienestar financiero de los usuarios y dañe su calificación crediticia. Muchos consumidores firman contratos digitales sin comprender plenamente las cláusulas, incluida la forma en que se pueden utilizar sus datos para publicidad, calificación crediticia u otros fines. Un aspecto esencial de la educación financiera digital es el control del riesgo: saber cómo salvaguardar la información personal, evitar las estafas y exigir reparación en los casos en que se haya infringido algún derecho.
El camino a seguir requiere un planteamiento global que vaya mucho más allá del esfuerzo individual. Estudios de investigación demuestran que para que los programas de educación financiera sean eficaces se requieren planes de estudio rigurosos, cursos específicos y no la integración de conceptos en otras asignaturas, así como instructores con una formación adecuada. Dado que la mayoría de las personas pasan horas a la semana gestionando sus finanzas personales, a menudo durante el horario laboral, la educación financiera en el lugar de trabajo se perfila como una vía especialmente prometedora para llegar a los adultos en América Latina y el Caribe.
Lo que está en juego es especialmente importante para las poblaciones más vulnerables de la región. Las personas con los niveles de educación financiera más bajos tienen cuatro veces más probabilidades de dedicar diez o más horas semanales a resolver problemas financieros, lo que crea un ciclo en el que unos conocimientos financieros deficientes provocan más estrés financiero y reducen el tiempo productivo. Las mujeres, en particular, pueden beneficiarse de programas específicos que aborden no solo las carencias de conocimientos, sino también los problemas de confianza que pueden afectar la toma de decisiones financieras.
El aprendizaje a través de la exposición digital a escenarios realistas y cotidianos demostró ser una vía eficaz y de bajo costo para mejorar la educación financiera. Un estudio reciente pidió a 6.753 participantes de edades mediana y avanzada que respondieran a preguntas relacionadas con tres tipos diferentes de conceptos financieros. Los participantes que leyeron una historia transmitida en formato digital sobre uno de los conceptos financieros mostraron una mejora estadísticamente significativa en sus respuestas postratamiento a las preguntas relacionadas con dicho concepto.
Las oportunidades de aprendizaje digital también tienen el potencial de desbloquear un nuevo nivel de educación financiera para los adultos desfavorecidos. Uno de los principales usos de los teléfonos inteligentes en América Latina y el Caribe, según un estudio del BID llevado a cabo en 2021, era el acceso a material educativo. Una plataforma educativa en línea llamada Mujer Financiera que aborda la brecha de género en educación financiera es un ejemplo de éxito. La aplicación llegó a más de 200.000 personas e influyó en el 70% de las mujeres que la utilizaron para empezar a ahorrar. En última instancia, la mejora de la educación financiera en América Latina y el Caribe no es solo una cuestión de empoderamiento individual, sino de estabilidad económica para sociedades enteras. Cuando las personas carecen de conocimientos financieros básicos, es más probable que no se aseguren suficientemente contra los riesgos, que no ahorren lo necesario para emergencias y que pasen apuros durante crisis económicas como la reciente pandemia. Al invertir en una educación financiera integral que aborde tanto los conceptos tradicionales como los desafíos de la era digital, los países de la región pueden construir sistemas financieros más resilientes y ayudar a las familias a resistir mejor las incertidumbres económicas.