09/30/2025 | Press release | Distributed by Public on 10/01/2025 17:58
Señora Presidenta, delegados, representantes de la sociedad civil y colegas:
Recientemente visité Myanmar. Vi cómo un país que ya se enfrentaba a una devastadora crisis humanitaria seguía sufriendo las consecuencias del reciente terremoto. Por lo tanto, me sumo a los demás para dar la bienvenida a esta conferencia.
La enviada especial Julie Bishop les ha informado sobre los desafíos políticos. Al igual que en otras crisis y dada la forma en que las partes en conflicto se conducen en todo el país - a menudo sin respetar las normas de la guerra - la población civil, como hemos sabido esta mañana, sufre muertes, heridas y privaciones de lo básico. Más de 5 millones de personas se han visto desplazadas, de las cuales más de 1,5 millones se han refugiado en países vecinos. En mis conversaciones con las autoridades de facto en Naypyidaw, he reiterado las peticiones de las agencias humanitarias sobre el terreno: necesitamos un acceso seguro y sin obstáculos a las personas afectadas por los combates. He recibido algunas garantías, pero estas peticiones urgentes y vitales deben ser transmitidas continuamente por todos aquellos que puedan hacerlo.
En el contexto más amplio de Myanmar, y teniendo en cuenta que la conferencia de hoy tiene como objetivo abordar la situación de todas las minorías, me gustaría centrarme en particular en la situación de la población rohingya, con la que mi organización, ACNUR, ha trabajado durante muchos, muchos años. La situación de esta población es, en cierto modo, única: no solo sigue siendo discriminada, privada de sus derechos y maltratada, una situación que ha soportado durante décadas, sino que también se ve envuelta en uno de los varios conflictos étnicos que afectan al país, salvo que no es el suyo: el que enfrenta al Ejército de Arakan en el estado de Rakáin contra las autoridades de facto.
La población rohingya lleva mucho tiempo enfrentándose a dificultades, no solo en los últimos ocho años, sino que hace ocho años se vio sometida a una violencia indescriptible a manos del ejército de Myanmar, y 750.000 personas huyeron a Bangladesh. Otras se convirtieron o permanecieron desplazadas en el estado de Rakáin. Con el avance del Ejército de Arakan, que ahora controla casi todo el estado, su situación no ha mejorado. Discriminación, quema de sus aldeas, exclusión al trabajo y a los servicios, negación continua de su propia identidad. Las personas rohingyas viven bajo la amenaza de arrestos y detenciones arbitrarias, con acceso restringido a la atención médica y la educación. No pueden moverse libremente. Son sometidas a trabajos y reclutamiento forzados. Sus vidas se caracterizan cada día por el racismo y el miedo.
Señora Presidenta,
Por estas razones, quiero reiterar mi gratitud a los países de la región que durante años han acogido a personas refugiadas de Myanmar, y especialmente a refugiados rohingyas, como Malasia, Indonesia y Tailandia. En particular, deseo rendir homenaje al pueblo y a los dirigentes de Bangladesh - el honorable asesor principal, el profesor Yunus, está aquí presente - por acoger a cerca de 1,2 millones de personas refugiadas rohingyas. Desde que se reanudaron los combates en Rakáin en 2024, otras 150.000 personas llegaron a Bangladesh en busca de protección. Y, sin embargo, a pesar de los enormes desafíos, Bangladesh sigue acogiendo a estas personas, dando ejemplo al resto del mundo. Demostrándonos que la compasión sigue siendo posible en un momento en el que, lamentablemente, la indiferencia y la falta de acción se están convirtiendo rápidamente en la norma. Demostrando que dar asilo a las personas refugiadas salva vidas.
Soy consciente de que acoger a una población refugiada tan numerosa supone una tarea ardua, por lo que quiero elogiar a los países que están tomando medidas positivas para promulgar políticas que permitan que las personas refugiadas alcancen la autosuficiencia. Las instituciones financieras internacionales, en particular el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo, también han desempeñado un papel fundamental, aportando más de 1.250 millones de dólares estadounidenses para invertir en programas destinados a fortalecer la resiliencia tanto de las personas refugiadas como de las comunidades de acogida. El sector privado también está haciendo lo suyo. Esperamos que se pueda hacer mucho más, en particular en sectores críticos: educación, desarrollo de competencias y medios de vida.
Pero los países de acogida, como se ha repetido muchas veces esta mañana, no pueden asumir esa responsabilidad por sí solos. La respuesta humanitaria en Bangladesh sigue adoleciendo de una falta crónica de financiación, incluso en ámbitos clave como la alimentación y el combustible para cocinar. Las perspectivas de financiación para el próximo año son sombrías. A menos que se aporten más recursos, a pesar de las necesidades, nos veremos forzados a realizar más recortes, al tiempo que nos esforzamos por minimizar el riesgo de pérdida de vidas: niñas y niños que mueren por desnutrición, o personas que mueren en el mar a medida que más refugiados se embarcan en peligrosos viajes en bote.
Debemos hacer más, por favor. Les pido a todos ustedes que lo hagan. Y además de la financiación, es fundamental ofrecer soluciones, en consonancia con los compromisos contraídos en el último Foro Mundial sobre los Refugiados. Soluciones como el reasentamiento, así como otras vías de esperanza, a través de la educación o la movilidad laboral. Ninguna aportación es demasiado pequeña, en especial cuando la alternativa conduce a una mayor inestabilidad en la región y a medidas más costosas en el futuro.
Sin embargo, lo más importante es no olvidar que esta crisis tiene su origen en Myanmar. Y ahí, señora Presidenta, es donde reside la solución.
Lo hemos dicho muchas veces. Se ha dicho hoy, aquí. Pero no podemos seguir por el camino de la inercia y esperar de alguna manera una resolución mientras toda una población sigue consumiéndose. Las recomendaciones de la Comisión Asesora de Rakáin siguen siendo tan pertinentes como siempre y deben servir de base para nuestro compromiso con el retorno voluntario, seguro y sostenible de las personas refugiadas rohingyas a sus hogares, como es su derecho, y con la plena participación, por cierto, de los propios refugiados. Pero sin adoptar medidas más audaces, es poco probable que la situación cambie. Y estas son cuestiones que los trabajadores humanitarios no pueden resolver por sí solos.
Los países con influencia en la región deben intensificar su compromiso para ayudar a crear las condiciones necesarias para el cambio. Mencioné este punto a la comunidad diplomática cuando estuve en Yangón. Esto debe incluir esfuerzos para utilizar los canales de comunicación con todas las partes en conflicto en Rakáin para transmitir este mensaje. No solo con las autoridades de facto, sino también con el Ejército de Arakan. Y aunque los recientes gestos de reconciliación por su parte son un paso en la dirección correcta, debemos perseguir con más unidad, coherencia y determinación algunos objetivos clave, como restablecer la presencia humanitaria en el norte de Rakáin y el acceso, de la forma más adecuada, a las futuras zonas de retorno; reanudar las medidas de fomento de la confianza iniciadas por ACNUR y el PNUD hace años y ahora gravemente limitadas por la inseguridad y otras restricciones; insistir a quienes controlan los campamentos que aún acogen a personas desplazadas internas para que aborden su difícil situación y busquen verdaderamente soluciones justas y duraderas.
Porque esa es la lección que extraemos de los acontecimientos en otras partes del mundo. Siria, por ejemplo, o la situación entre la República Democrática del Congo y Ruanda. Sin duda, se trata de contextos diferentes, pero que demuestran que es posible, mediante un compromiso político sostenido y enfoques innovadores, alterar la trayectoria de conflictos que parecen irresolubles.
No tenemos otra opción si queremos trazar un nuevo rumbo para el pueblo de Myanmar, uno que sea basado en principios, pragmático y con visión de futuro, y si queremos aportar una solución duradera a la difícil situación de las personas rohingyas.
ACNUR está dispuesto a brindar su apoyo. Seguiremos colaborando con los Estados miembros, los organismos regionales, la sociedad civil y las organizaciones dirigidas por personas refugiadas para recaudar recursos y promover la protección, la resiliencia y las soluciones para todas las personas desplazadas dentro y fuera de Myanmar.
Gracias.